Hoy quiero compartir con ustedes la oración de la primera Santa Colombiana : Santa Laura Montoya.
HISTORIA
Madre Laura Montoya Upegui nació en Jericó, Antioquia, Colombia, el 26 de mayo de 1874. Ella fue bautizada con el nombre de María Laura de Jesús. Debido a la precaria situación económica de su madre, Laura fue dejada en un hogar de huérfanos en el barrio Robledo, occidente de Medellín, que era dirigido por su tía María de Jesús Upegui, religiosa fundadora de la Comunidad de Siervas del Santísimo y de la Caridad.
La Madre Laura, se dedicó a formar jóvenes dentro de la fe cristiana y católica en diferentes escuelas públicas del departamento de Antioquia. Su primera experiencia docente fue en Amalfi, en donde fue nombrada directora de la Sección Superior de la Escuela municipal, en 1984.
En 1895 fue nombrada maestra en la Escuela Superior Femenina de Fredonia. La apertura de otro Colegio de señoritas en Fredonia por parte del cura del pueblo propició un reto para Laura que no llegó a afectar su buen desempeño en la Escuela Superior Femenina, y terminó siendo preferida por la población.
En 1897 fue trasladada a Santo Domingo. Allí decidió dar catolicismo a los niños en el campo. Mientras desarrollaba su carrera pedagógica, cultivó la mística profunda y la oración contemplativa. Debido a su experiencia docente, su prima le ofreció colaborar en la dirección del Colegio de la Inmaculada en Medellín. El colegio ganó mucho prestigio en la ciudad. Al morir su prima Leonor en junio de 1901, el colegio quedó completamente en manos de la Madre Laura.
Posteriormente, el colegio fue cerrado, y por ello, Laura fue nombrada maestra de la escuela de La Ceja en donde estuvo por un poco tiempo y en 1907 la población le solicitó fundar un colegio en Marinilla. Estando allí se dedicó a evangelizar a las comunidades indígenas de la región.
A los 39 años, Laura decidió trasladarse a Dabeiba Antioquia, con la ayuda de 6 catequistas con la aprobación del obispo de Santa Fe de Antioquia, monseñor Maximiliano Crespo Rivera, para trabajar con los indígenas Emberá Chamí. Desde entonces dedicó el resto de su vida al apostolado y las misiones.
El 14 de mayo de 1914 fundó la Congregación de Misioneras de María Auxiliadora y Santa Catalina de Siena con un grupo de catequistas que la acompañaban a las misiones. A partir de entonces se dedicó a establecer con las hermanas misioneras centros cercanos a las comunidades indígenas, cuya casa principal estaba en Dabeiba Antioquia.
La Madre Laura escribió más de 30 libros en los cuales narró sus experiencias místicas con un estilo comprensible y atractivo. Su autobiografía se titula «Historia de la Misericordia de Dios en un alma». En 1939 el presidente Eduardo Santos la condecoró con la Cruz de Boyacá, por su labor.
Los últimos 9 años de vida los pasó en silla de ruedas. La Madre Laura falleció en Medellín el 21 de octubre de 1949, tras una larga agonía. La congregación de misioneras contaba con 90 casas en el momento de su muerte y estaba conformada por 467 religiosas que trabajaban en tres países.
BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
Su beatificación fue introducida el 4 de julio de 1963 por la Arquidiócesis de Medellín, Antioquia, Colombia. El 11 de julio de 1968 la congregación religiosa de misioneras fundada por ella recibió la aprobación pontificia. Fue declarada siervo de Dios en 1973 y posteriormente declarada venerable el 22 de enero de 1991 por el papa Juan Pablo II. El propio Juan Pablo II la beatificó el día 25 de abril de 2004en una ceremonia religiosa realizada en la Plaza de San Pedro en Roma en presencia de 30.000 fieles.
La Madre Laura fue declarada beata de la Iglesia Católica por un milagro obrado por intercesión suya. En 2012 por el segundo milagro obrado en intercesión suya se cumplió el requerimiento de su proceso de Canonización, y su declaración como Santa, y la primera Santa Colombiana. El Papa Francisco inscribió su nombre en el libro de los Santos el 12 de mayo de 2013, en la Plaza de San Pedro.
Su fiesta se celebra el 21 de octubre.
ORACIÓN
Protege, Señor,
a tus Misioneros,
Religiosas y Laicos,
que dejan todo
para dar testimonio
de tu palabra y de tu amor.
En los momentos difíciles,
sostenlos,
consuela sus corazones, y
corona su trabajo
de frutos espirituales.
Y que tu imagen
del crucifijo
que les acompaña siempre,
hable a ellos de heroísmo,
de generosidad, de amor y paz.
Amén.
(Beato Juan XIII)